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7 oct 2013

Más bueno...

«¡Estás despedido!», así comenzaba mi día, cuando llegaba a las 8:26 AM al trabajo. 4 minutos antes de lo requerido por el contrato laboral. Las palabras habían chocado contra todo lo que representaba mi ser. Mi traje recién salido de la tintorería se mofaba, y mofaría de mi persona, por seis largos meses. «¡La tarjeta!» pensé; y así comencé. La tarjeta, la luz, el alquiler, los gastos comunes, la puta contribución, el teléfono...

«¿Qué!» hubiera sido mi respuesta si las palabras se hubieran dignado a salir despegadas cual escupitajo de mi boca, pero en cambio me dotaron, en su silencio, de la mayor cara de estúpido que pude haber tenido en vida.

Así que como entré salí; y así como salí seguí caminando en una dirección aún incierta. Es claro que en éste banco por demás incómodo de cemento no voy a encontrar más respuestas de las que ya encontré. Pero a fin de cuentas es absurdo pensar,

Continúo. Apenas salí del trabajo me dispuse a descargar mi rabia como haría cualquier hombre que se digna de serlo: llorando como «nena de mamá». No podía evitarlo, el pensamiento recurrente de Carlita en casa me hacía temblar. No podría enterarse, me mataría.
A las 9:54 AM según el reloj del bar (9:52 según el mío) temblaba tras la mampara de vidrio. Pensar en no poder entrar a comerme esa pizza que el gordo hijo de puta se estaba clavando a las diez de la mañana me daba rabia, así que volví a llorar.

El día transcurrió con total normalidad. Mi traje nuevo fue absolutamente destruido por la endemoniada lluvia, que no solo se dignaba a caer sobre mí, sino a hacer charcos cual oasis en el desierto, por los que los ómnibus, con cierto placer interno, disfrutaban de pasar por encima; y por encima me pasaba la ola de mugre agua y que se yo que más.

En cierta medida me lo merecía, después de todo, acostarme con la hija del jefe mientras su prima pagaba las cuentas en casa no había sido muy cordial de mi parte; pero es que la muy hija de puta gozaba de andar en calentura y calentura, y en una no aguanté. Literalmente no lo hice. 9.05 empezamos 9.06 terminé.

No voy a contar más de lo que ya dije. No voy a contar como me cascó la Carlita y me hecho a la calle. No voy a contar como me robaron los putos doscientos pesos que tenía encima tres pendejos de no más de diez años. No voy a contar como me caí en un charco de bosta de caballo. No voy a contar nada de eso.

«¡Qué asco mami..!». Pendeja de mierda.

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