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1 may 2014

Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está. ¿Lobo está?

Perdidos en el bosque los encontré, habían nacido tres años antes, tenían tres años menos de vida. Un estrafalario vestido color rojo colgaba de su mandíbula, le sonreía como un bobo a la idea de sexo, pero huyó rápidamente de mí como lo haría cualquier cretino. Quedaban dos.
Les salude de forma cordial, no quería crear enemistades; al menos no ahora. Les saludé pero no devolvieron el saludo.
Di vuelta y retrocedí en mis pasos, "al mal tiempo buena cara" pensé.

Ríos de sangre corren por lugares tan inhóspitos como mi mente. La sangre viaja a velocidades disparatadas transportando herramientas útiles para mis enemigos.
Uno tiende a sufrir por la sangre, de allí el estrafalario vestido color rojo, las mandíbulas que los sostienen pueden ser varías. Pero siempre huyen a la primera de cambio.
La copa cayó al piso y se rompió, el vino enchastró todo, obviamente. Perdido en mi mente no lo noté hasta el segundo siguiente al estallido.

Pero solo caminé dos metros cuando su grito de auxilio se hizo audible. Clásico, ¿no? Cuando me giré a mirarlos, mi sonrisa había vuelto a su lugar. "Pequeños... pequeños inocentes."
Mi fingida preocupación jugaba bien su parte. No tenían frío, así que no les tuve que dar mi saco. Los iba a sacar del bosque, y sus pies descalzos iban a dejar marcas en la nieve. Las dejaron para ser honestos.
Les ofrecí café al llegar. No lo tomaron, apenas hablaban. Hice una promesa que no pensaba cumplir "Voy a buscar a su hermana, no se preocupen, ella estará bien"

Ignorantes. Pelotudos e ignorantes. No hay cosa que me de más asco que los retrasados. Con sus ojos miran sin entender, ríen ante las risas ajenas, pero nunca entienden la broma.
Así que bromeé, y reí. Rieron conmigo como era obvio, aunque ellos siguieron riendo un rato después. Tiempo que usé a mi antojo para limpiar la alfombra. La puta alfombra y el puto vino.
Sepan que no rieron por mucho, lloraron. Eso sí, lloraron mucho. Lloraron y gritaron tanto que no entraba tanta euforia en mi, y la dejé salir. A su debido tiempo, claro está.
Uno se fue para no volver, el otro se quedó. Tuve que enterrarlo al pasar los días, comenzaba a heder. El vino y la sangre, que cosa más sensual.

Ella era rubia, aún se podía notar. Y las rubias son mi debilidad, así que paré el auto, no fui muy listo debo admitirlo, paré el auto demasiado tarde. Esa fue mi primera vez. La primera vez que sentí miedo, placer, y placer a sentir miedo. No gritó. Siempre pienso eso, que no gritó. No gritó siquiera cuando corría con el estrafalario vestido rojo. No gritó en esa ocasión tampoco.

Con el otro ya saben lo que hice, lo dejé libre en el bosque. Porque ante todo soy piadoso. Y tengo sentimientos. Me gusta el sexo, que le voy a hacer. Me gusta cazar, y la sangre. Y cazar sangre por sexo en el bosque, es más que divertido.

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