Buscar en el blog

26 mar 2016

Duraznos en almíbar

Ya no siento por ti, lo que sentía antes. Eso es obvio; hasta tu te das cuenta. Pero por más que lo intente, cada vez que miro a esos ojos; esos ojos de un verde oxidado; cada vez que los miro, siento como me tiembla el alma, y el cuerpo. Y me miras, y sonríes: y yo tiemblo.

Y en este grupo de extraños, aún hoy sobrevivo; subsisto; me arrastro. Ya no es tan obvio lo que siento, tanto que ya casi ni creía sentirlo. Pero aún lo siento. Sé que lo siento. Lo sé porque te veo aún cuando no estás aquí, y te veo tomando mi rostro entre tus mandos, y te veo besándome con locura; como muy bien sabes que me gusta. Pero te veo y tiemblo, y y no sé si eso es bueno.
Y entonces: ¿Qué hago?, ¿me aíslo?, ¿te alejo?, ¿otra vez?

Y se me comprime el pecho cuando veo lo que me asa. Y se me llenan los ojos de lágrimas cuando noto que no lo puedo controlar. Y me lleno de rabia cuando sé que generé dependencia. Y me agoto de pensar, y de ver matices donde no las hay; ni las habrá.

Estos juegos de mi mente, estos juegos que tus ojos verdes, de ese verde oxidado, tanto alimentan, me mantienen aún allí, a tu lado. Arrastrándome a tu amistad, solo para poder tocarte de vez en cuando. Solo para poder verte reír. Solo para escuchar tu voz, en alguna frase inteligente que no logro comprender. Solo para compartir un momento, que sea nuestro; que nadie entienda. Solo para sufrir y que lo notes, y que lo ignores.


No hay comentarios:

Publicar un comentario