Di cuatro vueltas a esa casa
como si de buscar respuestas se tratara
y encontrarlas nunca fuera posible.
A la primera,
encontré todos tus temores
al descubierto, desnudos
y tan desagradablemente honestos
como tu mente podrida lo permite.
A la segunda,
encontré ocupados tus deseos
entre besos de extraños conocidos
con las ansias tan torpes, cómicas
llenas de todo tu hueco vacío.
A la tercera,
encontré tu mirada perdida
en un extraño horizonte
contemplando...
¿Qué contemplabas, por cierto?
A la cuarta
no podía más que preguntarme
sobre aquello que contemplabas.
¿La soledad de tu eterna inexistencia...
quizá?
Di cuatro vueltas a esa casa,
con cuatro ideas bien distintas
con cuatro razones bien concretas.
Hoy me detengo y río,
porque admito que no me gustaría
vivir tu mísera existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario