Dejando de lados los motivos, que seguro hay hartos y bastantes, atengámonos a la manera correcta de interactuar. Del la conjunción latina inter-actuare su significado radica en la acción recíproca de dos o más personas (fuerzas, entidades, cosas) que con el uso de algunas palabras, gestos o una mezcla variable de ambas establecen un intercambio. Los contextos o escenarios pueden ser diversos y variados.
Si de breves hablamos, queda del todo claro que al subir a un colectivo se debe reconocer la existencia del guarda y conductor con al menos un leve movimiento de cabeza, una mirada (de dos o tres segundos) o un breve saludo por lo bajo. La interacción parece harto más evidente si uno desea estrujar el cuerpo, y acomodando los petates que seguro guarda consigo, se mueva lenta y paulatinamente (de a pasos y de costado) entre asientos y gente observante, y estatuas duras e inamovibles que observan el horizonte, solicitando disculpas o pidiendo el paso. Ni dudas existen claro, cuando se busca en un otro una reacción violenta, y sin pensárselo dos veces recurre a trucos y artimañas y se escupe, agrede, insulta, empuja, golpea o amenaza con palabras, elementos cortantes, punzantes, proyectiles o un sinfín de significantes significados dados y construidos para ese espacio y momentos puntuales.
Es posible que en un escenario nocturno, la joven le sonría al joven, y lo mire solo unos segundos, y que el joven se encuentre atónito cuestionando si el gesto y la no palabra son o podrían ser indicios de una interacción intencional o su bias desiderium le esta jugando una pala pasada. O podrá la joven haber saludado a la otra joven que se encontraba detrás y el fenómeno podría ser igual de confuso y arbitrario. O quizá se acerca un joven a otro joven y lo saluda mientras sonríe, y nuestro joven puede cuestionarse si el corazón efectivamente se olvidó de un latido. O quizá venga uno a darle un beso a la mejilla mientras el otro estira la mano, y luego cambien los papeles abochornados y nerviosos, hasta que la tensión se rompa con el estruendo de una risa.
La interacción puede ser extensa y duradera, pero su complejidad excede los límites de este ensayo. No obstante, claro está, todos debemos acordar que la interacción debe culminar siempre en claridad. Es por tanto fundamental acordar, al menos de forma tácita, que la interacción ha finalizado. Se hará mediante un nuevo gesto o palabra previamente acordados, o, si la complejidad lo requiriera, con una conversación explicativa larga, tediosa y sincera (donde el llanto es posible y recomendado). Y si futuras interacciones son posibles, y la primera ha dejado condiciones de recurrencia, es fundamental clarificarlo también y evitar así confusiones y malos entendidos.
FIN
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