No soy suicida en potencia, ni depresivo, ni melancólico. De tres años aquí al pasado no recuerdo nada que haga de mí un ser vívido de esperanza. "He", admito, "he pecado". De siete he cometido ocho, y no parafraseo sobre el arrepentimiento, ni lo cuestiono, ni lo acomplejo.
Creo que allí radica mi real problema. Yo soy humano. Yo no soy perfecto. Yo he sufrido casi demasiado, y no me interesa seguir haciéndolo.
Una vez creí que todo tenía solución, una vez creí en el poder del amor, de la amistad... una vez creí en la palabra de algún señor. Una vez fui inocente, creí en la bondad, y en la buena fé. Creí en el actuar sin interés. Alguna vez fui yo, ahora, ya no sé quién soy.
Sé que reprimo lo que siento, lo niego, lo desestimo, lo arrincono, lo margino, lo estimulo al punto del desasosiego, y una vez inflado al extremo lo reviento como a un globo. ¿Pero qué más puedo hacer?
Estoy en el luto eterno de algo que nunca se dio. Estoy a la espera infinita de algo que nunca vendrá... ¡Pero qué carajo sabré yo de estas cosas?, a mi siempre me gustó hablar de más.
Afirmo una vez más, reitero otra, y manifiesto mi desesperación, en palabras de dudoso léxico, y peor ejecución. No sé nada de nada, entiendo menos que poquito, y estoy perdido en mí mismo hace ya tres años... (como mínimo).
No soy suicida en potencia, no es la melancolía un sentimiento que me abrume muy a menudo, pero eso no quita que no piense en la muerte, en la vida; en yo entregándome a ella, en yo quitándomela de en medio. Pero no pasa más del pensamiento, no pasa más del personaje que interpreto, no es más que un guion pre-escrito, no es más que la materialización de lo patético.
Necesitaba escribir algo, y terminé escribiendo un poquito de todo. Un Psicólogo se hace un banquete. Así está mi mente. Yo estoy en ella. No hay entradas ni salidas, solo la complejidad de este simple desorden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario