Buscar en el blog

23 mar 2013

Suicidio

Debo empezar lo que sea que esto llegue a ser con un «¿Por qué a mí?», es decir: ¿Por qué yo?

Hasta hace poco creía que estaba enamorado, puedo decirlo ahora con lágrimas en los ojos y toda la mariconada que conlleva la expresión... pero es lo cierto. Creía que ese sentimiento puro que conlleva felicidad, que ilumina el mundo, y toda esa mierda, se había posado en mí aunque sea por un instante, y me había hecho sentir genial. Creo que lo deseaba. Lo deseo aún, como a nada en el mundo, y por eso envidio. Envidio a aquel que puede ser, sin que le afecte lo que el otro piense. Envidio a aquel que puede estar sin que al otro afecte: yo no puedo, o no quiero, o no debo... o no sé que mierda.

Me aburro de este estúpido espiral de la depresión. Me embola de sobremanera ser yo: esta baja autoestima de mierda de «nadie me quiere». ¡Ya ni yo me banco!

No sé que hacer, no sé qué decir, no sé cómo proceder. Quiero y no quiero. Quiero pero no puedo. Puedo pero no debo: si no debo no lo hago, porque «deber» está por encima de «querer», y del querer sale el poder. ¡¡YO YA NO PUEDO NI QUIERO NI DEBO!!

Voy a hacer una imagen de mí en perspectiva. Soy buen compañero, soy buen estudiante, soy buen amigo, soy excelente persona; pero no lo siento.

No me interesa ser yo, no me interesa nada. Estoy escribiendo esto por suma obligación de mi «yo» a mi «yo». Para no cometer estupideces, para no pensar incoherencias... para evitar las estúpidas pero inevitables frases: «Pero era un excelente alumno, siempre dispuesto a dar una mano, siempre feliz», «Siempre con una sonrisa, nunca me lo hubiera imaginado».

Pues tal parece el depresivo se esconde en el humor; no aquí: aquí, conmigo, soy yo.

1 comentario:

  1. solo con uno mismo , uno es uno mismo, te lo digo yo que tengo varias que ma habitan.

    ResponderEliminar